El holocausto fue una matanza
masiva de seres humanos. En este caso, está vinculado al genocidio de unos seis
millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial llevado a cabo por el
régimen nazi de Alemania.
La política nazi comenzó por despojar
de sus bienes a los judíos, aterrorizarlos y negarles sus derechos humanos para
así eliminarlos de Alemania, lo que acabó con casi la total destrucción de los
judíos residentes en Europa, ya que la política nazi contó con el apoyo de
elementos antisemitas pronazis en los territorios que fueron conquistados por
los alemanes.
‘‘(…) Un mes atrás, aproximadamente, su madre había cosido las estrellas en
la ropa de toda la familia, excepto en la de su hermano pequeño. Antes de eso
les habían sellado la palabra <<judío>> o <<judía>> en
las tarjetas de identificación. Y luego les dijeron todas las cosas que de
repente ya no podían hacer, como jugar en el parque, montar en bicicleta, ir al
cine, al teatro, a los restaurantes, a la piscina. Ya tampoco se les permitía
tomar prestados libros de la biblioteca. ¿Había algo que aún les dejaran hacer?
Nada, pensó la niña. Nada. (…)’’. (Fragmento del libro ‘‘La llave de
Sarah’’ de Tatiana de Rosnay, pág. 56).
Este pequeño fragmento del
libro nos muestra solamente una pequeña parte del poder que tenía la Alemania
nazi sobre los judíos en toda Europa, y se pone cada vez peor; se describe
detalladamente cómo los trataban, como si fueran animales.
Las
etapas de la implementación de la política nazi fueron determinadas por varios factores:
la posición política de la Alemania nazi dentro de la comunidad internacional,
la medida en que la ideología nazi fue aceptada en la sociedad alemana y en el
de otras naciones de la Europa ocupada, consideraciones económicas y los
avatares de la guerra. Pero en el análisis final la ideología antisemita y
racista nazi fue la principal causa, siendo el resultado la destrucción de seis
millones de judíos, aproximadamente un tercio de la población judía.
‘‘(…)
El problema de la "nacionalización"
de un pueblo consiste, en primer término, en crear sanas condiciones sociales
como base de la educación individual; porque sólo aquel que haya aprendido en
el hogar y en la escuela a apreciar la grandeza cultural y, ante todo, la
grandeza política de su propia Patria, podrá sentir y sentirá el íntimo orgullo
de ser súbdito de esa Nación. Sólo se puede luchar por aquello que se ama. Y se
ama sólo lo que se respeta, pudiéndose respetar únicamente aquello que se
conoce. Apenas se despertó mi interés por la cuestión social me dediqué a
estudiar a fondo el problema. Y descubrí un mundo nuevo. (…)’’. (Fragmento
del libro ‘‘Mi lucha’’ de Adolf Hitler, pág. 25).
Hitler
justifica en su libro sus acciones. Relata los problemas económicos que sufría
Alemania en ese entonces y cómo el Judaísmo y el Marxismo fueron un problema
para los alemanes. Por supuesto, eso no justifica el genocidio, pero no se
puede negar que Hitler fue una de las más grandes mentes que han existido y
para muchos, sin contar con ideología nazi, es un líder digno de respetarse.
La búsqueda de antecedentes
familiares que pudieran justificar el desequilibrio del Führer llevó a la
creación de diferentes historias acerca de sus orígenes. Se ha especulado sobre
el posible alcoholismo de su padre, sobre que éste murió confinado en un
manicomio, o que su madre fue una prostituta y tuvo un abuelo judío. Sin
embargo, ninguna de estas hipótesis ha podido probarse.
‘‘(…)
Quizás para justificar la matanza de
millones y millones de inocentes en países ocupados en Europa, el mayor alemán
nos contaba por qué y cómo Hitler mataba alemanes arios. De acuerdo con la
ideología Nazi, los alemanes eran Arios, descendientes de una raza Caucásica superior sin
mezcla alguna, especialmente con la raza arábiga o judía. En resumen, una raza
‘‘pura’’, sin lazos semíticos (…)’’.
(Fragmento del libro ‘‘Los hornos de Hitler’’ de Olga Lengyel).
No
hay mejor testigo sobre estos acontecimientos que un superviviente de los
campos de concentración, y el relato de Olga Lengyel es una prueba del infierno
que vivieron los judíos en ese entonces. Los judíos capturados
intentando escapar eran fusilados y sus cuerpos se dejaban a la vista de la
gente durante días como señal de advertencia. Aquellos que pasaban al lado ario
de la ciudad sin ningún contacto con los polacos cristianos, arriesgaban sus
vidas para ayudar a los judíos de dentro del gueto pasando comida.
Polonia fue el único país de
la Europa ocupada en el que los nazis impusieron formalmente la pena de muerte
para cualquier persona descubierta ayudando o escondiendo a los judíos.
Teniendo en cuenta además que las raciones de comida para los polacos eran muy
insuficientes y que la comida en el mercado negro era carísima, era muy difícil
que cualquier polaco pudiese esconder a un judío y prácticamente imposible a
una familia entera.
Adolf Hitler postulaba que según
las leyes naturales, los más fuertes debían imponerse a los más débiles.
También consideraba que existía una tendencia natural hacia la duración de las
razas, idea en la que se basó para luchar por la pureza de la raza aria, tronco
étnico de los germanos. Según Hitler, los arios eran una raza
privilegiada "forjadora de cultura". Los judíos, en cambio,
representaban para él un pueblo destructor de esa cultura.
El conocimiento de aquellas
atrocidades provocó un verdadero trauma moral en la conciencia humana ante el
hecho inexplicable e injustificable de que una brutalidad tal se hubiera podido
desarrollar en el mundo civilizado del siglo XX.
En el aspecto financiero, los
gastos de guerra y las muy pesadas exigencias monetarias impuestas por los
alemanes en los países ocupados, sobre todo en Francia, empeoraron la pérdida
de presupuestos y desencadenaron la inflación. Además, al finalizar la guerra
apareció una gran masa de billetes atesorados durante el conflicto, cuya puesta
en circulación constituyó otro factor inflacionario. Todo esto hacía
inevitables las devaluaciones de las monedas, sobre todo en los países menos
desarrollados como Hungría y Grecia.
Alemania perdió toda su
infraestructura industrial: se destruyeron más de 2 250 000 viviendas y otras
2,5 millones fueron en parte destruidas. Se dice que quedaron más de 400
millones de metros cúbicos de escombros.
Prácticamente al acabar la
guerra los judíos empezaron a abandonar Polonia. Su salida fue organizada por
una serie de activistas sionistas en Polonia como Adolf Berman
(superviviente del Gueto de Varsovia) y Icchak
Cukierman (judío lituano que con papeles falsos permaneció toda la
guerra en la parte aria de la ciudad actuando como enlace de la resistencia del
gueto) bajo el amparo de la organización semiclandestina Berihah
(una palabra hebrea que significa "vuelo"). Este grupo fue también
responsable de organizar la emigración de judíos que habían sobrevivido al
Holocausto en Rumanía, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia.
Para aquellos judíos que se
quedaron, la reconstrucción de la vida judía en Polonia quedó a cargo del
Comité Central de los Judíos Polacos que entre octubre de 1944 y 1950 ofreció
ayuda legal, educacional y ayudas para la atención médica a la comunidad judía,
además de organizar algunas actividades culturales.
En
la actualidad, existen 13.75 millones de judíos en el mundo, de los cuales
67,400 residen en México, según un estudio de la INEGI en el año 2012.
Por
otro lado, México cuenta con el Museo de Memoria y Tolerancia. Este museo abrió
sus puertas con el fin de difundir el respeto a la diversidad, basándose en el
recuerdo histórico de los genocidios; mediante el uso de exposiciones del
holocausto y presentaciones de valores a favor de la tolerancia.
En
cuanto la gente entra en el museo, se puede sentir un ambiente lleno de
tristeza. Mientras va adentrándose una persona por el lugar, más se da cuenta
de las calamidades que el racismo ha ocasionado a lo largo del tiempo.
En
el caso de lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial, relatan muy
detalladamente lo que los judíos sufrieron, a la vez que dejan que los
espectadores experimenten un poco al permitirles entrar en un vagón donde los
transportaban, por supuesto con mucha menos cantidad de gente, por lo que ni
así se puede imaginar lo que debió ser en aquel tiempo.
‘‘(…)
Antes de que la joven pudiese responder,
los empujaron al interior del tren, un tren que no tenía asientos, sólo vagones
desnudos. Era un transporte de ganado cubierto, que olía a excrementos rancios
(…)’’. (Fragmento del libro ‘‘La llave de Sarah’’ de Tatiana de Rosnay, pág.
109).
Después de la guerra se creó
la Organización de las Naciones Unidas, con el fin de establecer un sistema de
seguridad colectiva más eficaz.
Los propósitos eran cuatro:
- Mantener la paz y la seguridad internacionales.
- Fomentar relaciones de amistad entre las naciones.
- Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural y humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales.
- Servir de centro armonizador de los esfuerzos de las naciones para alcanzar estos propósitos comunes.
El
día de hoy, casi 80 años después, aún siguen habiendo historias sobre este
tema. Tenemos diversos libros y películas que expresan no sólo el sufrimiento
de los judíos, sino también de los alemanes. Un ejemplo está en ‘‘La caída’’,
del director Oliver Hirschbiegel, una película alemana que se desarrolla casi
en su totalidad en el búnker donde se refugiaron Adolf Hitler y sus allegados
durante las últimas semanas de la Batalla de Berlín.
Tal vez sea un tema del
que se ha hablado durante varios años, pero eso no quiere decir que deje de
importar o que sea menos interesante.
- Michelle Mejía
Fuentes:
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